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domingo, 3 de enero de 2010

Niche





Recuerdo
 el polvillo bermejo,
el viento escaso, cálido:
la película espesa sobre los cuerpos broncíneos,
el sol violento,
la luna metálica sobre las aguas sinuosas,
los sonidos del campo,
la tarde eterna, la mañana fresca sobre el estero;
el canto del mochuelo,
del vaquero, el pescador, el machetero:
- sus polifonías –
zumbidos de insectos,
susurros de alas, ranas, peces, plantas.
Los perros latiéndoles a las vacas…
recuerdo:
- acodado en un balcón viejo, agotado
recostado a postigos viejos y agrietados –
Vengo
de unos ojos oscuros, serenos
a veces melancólicos,
de un pelo ondulado, largo, negro
de una sonrisa fresca
senos chicos, eficientes, frágiles
piernas cortas
fuertes, constantes, discretas
manos diligentes, laboriosas. Crédulas.

Atizas el fogón con tu mano desnuda
- en las brazas de tu amor cueces el afecto
tuestas la cáscara, doras la harina,
burilas y acotas la persona de tus frutitos –
lavandera,
bella campesina diestra en las labores del huerto,
maestra,
tejedora constante,
niña,
ojos grandes, dulce palabra,
matriz que en tu seno me formaste.
Amiga, confidente,
compañera de aquellas tardes, mañanas y noches!
Recuerdo:
La casa grande y fresca,
los mecedores, las columnas cuadradas,
el zaguán oscuro y largo de mis primeros fantasmas,
la chicha, el bollo, el suero, el queso
y la lengua en salsa;
recuerdo mi viaje y estancia en tu cuerpo,
el calor, las lágrimas,
los besos:
Tu latir.

Vengo de tus cantos,
vengo de tus rezos,
vengo de tu llanto,
vengo de tu nombre:
Madre…




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