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domingo, 3 de enero de 2010

Homenaje a mi querida madre






Como una bella rosa de castilla,
que con sus suaves pétalos perfuman pero que su tallo hiere con sus espinas, así es el recuerdo tuyo madre mía.
Al ver tu foto me lleno de alegría, pero al recordar tu ausencia el alma me lastima.
Estoy segura que el día en que tu naciste, madre mía, el cielo se vistió de gala y fue así que anuncio tu llegada. Tan sin embargo, el día que falleciste, a mí me consta que hasta el día se puso triste. El pobre Sol no pudo mas con su dolor, detrás de nubes tuvo que esconderse y el cielo empezó a obscurecerse. Las nubes blancas de negro se vistieron y desde lo alto del cielo sus lágrimas cayeron.
Los recuerdos son muy traicioneros, nos persiguen, nos acosan, y cuando más los necesitamos, como fieles amigos se postran.
Grabada en mi memoria llevo la imagen de tu rostro, recuerdo que jamás se borra ni se olvida, ni aunque sea a tan alto costo.
Las lágrimas que mis ojos han llorado por tu ausencia, mares podrían llenar. Que pena que la vida no te pueda regresar.
Que triste es mi vida, vivir sin esperanza, pues la realidad hay que aceptarla, nos separa mas que la distancia.
Los días se me hacen largos, las noches son eternas, para mi no hay consuelo que me regrese aquella voz materna.
Por cosas del destino a tu vida llegó una crisis, un año fue lo que por tu enfermedad sufriste. Tu fin se aproximaba y tu muy decidida tu muerte pronunciabas.
Te miré tomar tu último respiro, y al besar tu frente fría, de tus labios ya no salió ni un “Dios te bendiga”.
Fuiste siempre distinta y especial y tu ultimo día en la tierra no fue excepción, ya que te fuiste el 8 de Diciembre, el Día de la Inmaculada Concepción.
Aquí en la tierra se cumplía tu jornada, que incluía dos nietos que con su última despedida mostraron cuanto te adoraban.Un viejito solitario has dejado, a pesar de su dolor se ha resignado, que su compañera de treinta y seis años se ha marchado.
Ahora el solito se hace cargo de todos los asuntos, los mismos que si no fuera por el cruel destino
estuvieran atendiendo juntos.
Tremenda soledad me invade, al reconocer que el resto de mi vida, viviré sin ti adorada madre.
Como esa rosa de castilla, que cuando se marchita deja su semilla, así me he quedado yo, tu hija que te ama y que no te olvida.




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