la gruesa rama del viejo sauce,
recostada desde hace meses
entre la hierba y las flores silvestres,
es un caballo manso
capaz de galopar la luna.
Los cercos de ligustrina,
las frondosas matas
de margaritas campestres,
el ombú y los otros árboles,
acogen a tiernos, vivaces
y momentáneos fugitivos,
inconscientes del paso de las horas.
Dentro de la casa,
crayones y acuarelas,
hojas, pinceles, muñecos,
cuentos de hadas y duendes,
se instalan sobre el piso,
para estar al alcance
de los enanos dueños
de nuestro corazón.
Los niños invadieron todo
y juegan
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