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sábado, 5 de junio de 2010

Alma, Novelas de Amor



La tranquilidad de esa noche de octubre fue interrumpida por el fuerte estallido de una detonación.



Los enormes ojos de Miroslava parecía que iban a salirse de sus orbitas, con el vestido impregnado de sangre bajo sus pies yacía el cuerpo inerte de “El chacal”.



Después de un fuerte forcejeo entre los dos, el seguro del arma se había desactivado liberando una bala que había penetrado directamente en el corazón de “El chacal”, causándole una muerte instantánea.



Miroslava contemplaba aterrorizada la escena, no entendía lo que había pasado, con el arma aun en la mano, se quedó estupefacta sin saber que hacer. Parecía que su vida se había detenido por unos instantes, los recuerdos vinieron a su mente, como un balde de agua fría.



Las luces del bar “la estrella” brillaban alegremente por todo el lugar.



Era un pequeño sitio al sur de la ciudad de Guadalajara, que a pesar de no ser muy elegante, ni de buen prestigio, su fama ya se había extendido por sus alrededores debido las bellas mujeres que ahí se encontraban.



Eran las dos de la mañana, la delgada silueta de Miroslava se dibujó a través de las mamparas como todas las noches.



Sus largas y torneadas piernas atraían las miradas de los ahí presentes. Su largo vestido tinto con una abertura desde el tobillo hasta la gloria, dejaba entrever los prodigios que la naturaleza había depositado en ella.



Sus rojos y rizados cabellos como el fuego, ocultaban parte de su seductor rostro. A pesar del excesivo maquillaje, se notaba lo angelical de sus facciones.



Apenas había llegado a la barra, cuando sintió que alguien la tomó bruscamente por el brazo.



Al voltear, se encontró con la figura de un hombre de baja estatura, que le sonreía irónicamente.



- ¿Cuánto cobras?



Miroslava lo miró de arriba abajo. Vestía una camisa a cuadros, que dejaba entrever su crecida barriga. Con pantalón de mezclilla y botas vaqueras, se notaba a leguas que era norteño.



- Un precio que difícilmente podrás pagar. Le dijo al tiempo que se zafaba de su brazo.



Con su norteño orgullo herido “El chacal”, como era llamado por muchos en aquel lugar, sacó de la bolsa del pantalón, una paca de billetes aventándoselos sobre la barra.



- Tengo el suficiente dinero para pagarte a ti y a otras cien como tu.

- Porque no compras entonces a las otras cien como yo, al fin y al cabo que una menos no te hará falta.

- ¡Brava! Así como me gustan las viejas, entre más se hacen del rogar, más fácil me las echo.



Le dijo al tiempo que la tomaba fuertemente por la cintura, tratando de besarla. Un frágil e inocente muchacho que había presenciado la escena, se dirigió hacía ellos rápidamente.



- ¡Suéltala!

- ¡Tú no te metas!

- Que la sueltes. –Le dijo, al tiempo que le colocaba su puño sobre el rostro.- Que no te enseñaron que cuando una dama dice que no, es no.

- ¡Dama! –Exclamo al tiempo que soltaba tremenda carcajada que se escuchó por todo el bar- Yo no veo ninguna dama.



El extraño estaba por golpearlo nuevamente, pero “El chacal” reaccionó a tiempo y le propinó tremenda golpiza al pobre muchacho. Una mujer de edad madura con excesivo maquillaje, se acercó a ellos.



- Ya déjalo “Chacalito”, es un pobre muchacho que se las quiere dar de súper héroe.

- Conmigo nadie se mete sin llevarse lo que le toca.

- Vente conmigo, olvídalo ya.

- Esa vieja me gusta y he de tenerla –Dijo al tiempo que veía a Miroslava-

- Y luego yo para que estoy, gallina vieja hace buen caldo. – Exclamó, mientras lo tomaba por el brazo y lo conducía a otro lugar.



Miroslava se había quedado parada, contemplando fríamente la escena. Le divertía que los hombres se pelearan por ella, se sabía bella y esto le causaba un enorme placer.



Sin embargo, el gesto de aquel debilucho muchacho, le había provocado una repentina ternura, pues aún reflejaba en sus ojos la inocencia de la vida.



Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla, al tiempo que le decía: gracias. Se alejó sin decir nada más.



Él corrió hacía ella, y la tomó ligeramente del brazo. Le dijo que su nombre era Raúl y le invitó a tomar una copa. Miroslava se negaba pues le parecía demasiado joven, pero ante su insistencia, ella accedió a aceptar su invitación.



Mientras tanto, en otra de las mesas, “el chacal” los observaba.



Una profunda rabia se reflejaba a través de sus negras pupilas. Parecía que quería matarlos con la mirada.



Los expectantes ojos de los curiosos lo miraban desde lejos, esperando su reacción, conocían al chacal y sabían que era un tipo peligroso y no se quedaría tan tranquilo.



“La pantera” trataba de atraer inútilmente su atención, pero él no podía olvidar el desaire de Miroslava. Ninguna mujer lo había despreciado antes, y esta no iba a ser la excepción.



- Ninguna vieja se me ha resistido y esta no va ser la excepción.

- Ya mejor deja las cosas así, al cabo estas conmigo, que no te basta – exclamó “la pantera” –

- Tú no me sirves ni para el arranque – le dijo al tiempo que se levantaba de la mesa.

- ¡Maldita vieja! Siempre se ha de llevar a los más cuajados de billetes, y todavía se da el lujo de despreciarlos, y una aquí batallando, porque no puedo ni agarrar un muerto de hambre. Pero esa vieja me las va a pagar.



Raúl y Miroslava estaban tan entretenidos platicando, cuando de repente Miroslava sintió el frío cañón de un revolver sobre su sien.



Era “El chacal”, que se había acercado a ellos sin que se dieran cuenta y le sonreía burlonamente.



- Hola reinita, ¿Creíste que me había olvidado de ti?



Miroslava sintió un súbito escalofrío que le recorrió todo el cuerpo en un instante. El pánico se había apoderado de ella. El cuerpo se le paralizó por completo, estaba pálida como una tortilla. Después de unos instantes, reaccionó y lo único que atinó a decir con voz titubeante fue:



- ¿Qué es lo que quieres?

- ¿No adivinas? Te lo advertí, el chacal siempre obtiene lo que quiere.



La música dejo de escucharse. Los curiosos voltearon con pavor, ante la escena. Raúl no atinaba que hacer, estaba aterrorizado.



- ¡Déjala! No te metas en problemas

- Tu cállate, ella es mía

- Yo no le pertenezco a nadie

- No le pertenecías a nadie, pero ahora eres de mi propiedad

- Prefiero estar muerta antes que ser tuya

- Ten cuidado con lo que deseas reinita, porque tu deseo se puede volver realidad - le dijo mientras la sujetaba fuertemente por el brazo –

- Déjanos en paz o te...

- A ti quien te mete, lárgate y déjanos tranquilos, que no sabes que los “bebés” no deben intervenir en asuntos de los mayores.



Raúl sintió que la sangre le quemaba como una zarza ardiente, y se abalanzó con furia hacía él, tratando de golpearlo. El chacal reaccionó rápidamente, disparándole en el brazo.



- Ni lo intentes, porque si no aquí mismo se mueren los dos. Mejor vete antes de que te meta un tiro en la cabeza.



Raúl ya no insistió más, solo atinó a irse corriendo, mientras escuchaba las carcajadas del chacal que le decía a Miroslava:



- Y ¿Ese es tu defensor? Mira como corre, como una gallina.

- ¡Suéltame!

- Basta ya de payasadas y mejor vamos a entrar en calor – le dijo al tiempo que la jalaba del brazo hacia la salida frente a la mirada atónita de los ahí presentes.



Algunos los siguieron para ver lo que sucedía, la mayoría se quedó en el interior del bar, sin hacer nada, pues no querían tener problemas con el temido chacal.



En el exterior del bar, Miroslava trataba de liberarse de las garras de su opresor. Le clavó ferozmente los dientes sobre el brazo, provocando que este le diera un puñetazo que la derrumbó en el suelo. La levantó de los cabellos y le dijo:



- No te atrevas a tocarme nuevamente, porque te mato.



Sumergida en la rabia y el miedo, solo atinó a secarse con sus temblorosas manos la sangre que le escurría por la nariz.



El chacal se acercó a ella, tomándola brutalmente por los cabellos para levantarla.



Ella seguía tratando de librarse de sus garras, quería quitarle el arma. Su rostro denotaba el enorme miedo que sentía, ante el peligro latente.



Mientras tanto, se iban acercando más personas a su alrededor, pero a una distancia prudente. Nadie se atrevía a intervenir, solo observaban la escena esperando el fatal desenlace.



Entre ellos, se encontraba la mirada burlona de la Pantera, que los contemplaba divertida.



Ese era el precio que Miroslava debía pagar, por la terrible ofensa que le había hecho al pobre chacal y para quitarle esos aires de diva que tenía. Quien le mandaba a creerse superior a las demás.



Miroslava y el Chacal seguían forcejeando, tratando de apoderarse del arma como si fuera el más valioso de los tesoros.



Lucharon durante varios minutos que parecieron una eternidad para Miroslava, hasta que logró quitarle el revolver por unos momentos, pero él rápidamente trato de quitársela.



Uno y otro jalaban del revolver, luchando con sus cuerpos, hasta que el seguro se soltó y liberó una bala que traspasó el furioso corazón del chacal.



Había muerto instantáneamente. Si hubiera querido atinarle, no lo hubiera conseguido.



Ahí estaba ella, parada junto al ahora cadáver del chacal. Sus ojos parecía que iban a salirse de su lugar.



El estruendo fue tan fuerte, que llamó la atención de propios y extraños.



Los que habían permanecido en el interior del bar, salieron rápidamente a ver que era lo que había ocurrido. No podían creer lo que estaban viendo: el poderoso chacal estaba muerto.



Miroslava no perdió un instante más y se echó a correr despavoridamente con la pistola en la mano. Nadie hizo el intento por detenerla. Solo se quedaron ahí mirando.



Miroslava no sentía ya ni el cuerpo, sus pies se desplazaban ágilmente sobre el asfalto de la calle. Su silueta se perdió en la negra oscuridad de la noche.



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